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Miniatura columna 1
No nos toman en cuenta: violencia y participación indígena

No nos toman en cuenta: violencia y participación indígena

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No nos toman en cuenta: violencia y participación indígena

Lientur Alcamán

Asesor Programático Pueblos Indígenas Fundación Multitudes

“Restitución territorial, autonomía y autodeterminación en un estado plurinacional que no rompa con el estado unitario y el diálogo vinculante con los pueblos indígenas para que puedan decidir su futuro, son los pasos para poder caminar hacia la justicia, la reparación y la paz perpetua”

La relación entre chilenos y mapuche ha sido violenta. El operativo policial que movilizó a 850 policías y dejó uno fallecido fue el último hecho de agresión importante. Ese día, la hija de 7 años de Camilo Catrillanca era agredida por policías, quienes la sometieron en el piso poniendo su rodilla encima. Junto a ella estaba su madre (viuda de Catrillanca) y abuela.

A estas alturas del trabajo científico hablar de la violencia y racismo es una perogrullada. Es notable como el caso Catrillanca no es sólo un incidente de violencia, sino también un caso que muestra las grandes fallas del sistema chileno que no respetó las leyes que él mismo creó. El 28 de enero se condenó al asesino de Catrillanca a 17 años de presidio, pero esto no es un alivio, ni resuelve las reclamaciones de los indígenas.

Los pueblos indígenas quieren incidir en los temas que les afectan y su intención no es nueva. Para 1910 la Sociedad Caupolicán invitaba a celebrar el 18 de septiembre para “dar a conocer al pueblo civilizado que tenemos patriotismo” y “concurrimos al llamado que se hace” pues “cuando se alcance la completa fusión de estas razas […] será cuando nuestro [país] habrá entrado […] por la senda del progreso”. Mientras hoy se es “mapuche en argentina, mapuche en chile, mapuche al final, una sola nación”. Este cambio de mentalidad es resultado de 100 años de un “diálogo” que ha dado frutos, sin embargo toda la política indígena es resultado de la propia movilización indígena. Desde las primeras organizaciones, el primer ministro de Estado mapuche en 1952 a la creación de la CONADI y la ratificación del Convenio 169, la demanda por tierra ha estado siempre presente. La búsqueda de justicia es un sentimiento muy presente, justicia que también buscan los familiares de Luis Morales Balcazar.

El sistemático incumplimiento de la ley durante el siglo XX por autoridades gubernamentales para apropiarse del territorio al que fue reducido el pueblo mapuche hacen imposible alcanzar la paz perpetua kantiana. Muertos, niños mapuche exiliados, ecosistemas destruidos, racismo, despojo, la reclamación del cumplimiento de normas internacionales y demandas territoriales fungen como prueba de ello.

Proyectos de desarrollo, políticas públicas, explotación de recursos naturales, entre otros, son temas de los que desean hablar y cambiar los pueblos indígenas. Su imposición ha sido el diálogo ofrecido. Tuvo que intervenir un tratado internacional para que fuesen escuchados y pudiesen participar de estos asuntos. La discusión de los escaños reservados mostró cómo los gobiernos crean categorías étnicas que se ajustan a sus intereses y cálculos electorales. La referencia condescendiente a “los pueblitos”, a “nuestros pueblos” y la definición del número de escaños establecido en un diálogo entre oposición y gobierno, no entre pueblos, muestran que el sesgo continúa. La posibilidad de un estado plurinacional es real, pero uno pluricultural es más probable.

La política debe reconocer esto e incorporar lógicas diferentes: el Küme Mongen e Itrofill Mogen donde el territorio es central y se es uno con él. Restitución territorial, autonomía y autodeterminación en un estado plurinacional que no rompa con el estado unitario y el diálogo vinculante con los pueblos indígenas para que puedan decidir su futuro, son los pasos para poder caminar hacia la justicia, la reparación y la paz perpetua.

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